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La cocina norteamericana

La cocina norteamericana en los años 30. por el Lic. Julio Camba
En la Borgoña y en el Bordelés, cuando alguien desea obsequiar cumplidamente a unos invitados, elige primero los mejores vinos de su bodega y prepara luego el menu con arreglo al tipo de estos vinos. El vino es indispensable para la comida, ya le sirva de base o ya de complemento; y a falta de vino se puede beber sidra o cerveza, piqueta o chicha, pero es preciso beber algo. En un país seco no hay, por lo tanto, cocina posible; y esto equivale a esto otro: sólo un país totalmente desprovisto de sentido culinario puede aceptar la ley seca.
Mahoma, es cierto, les prohibió el vino a los musulmanes, pero los musulmanes no tenían, como los norteamericanos, un régimen democrático que les permitiese rechazar la prohibición. Fué aquello un acto verdaderamente dictatorial, y aun así, quizá los mahometanos no se lo hubiesen perdonado a Mahoma si el profeta no les hubiera prometido para el otro mundo muchísimo más vino del que les negaba en éste.
El caso de los musulmanes es, pues, un caso muy distinto al de los norteamericanos. Ante los musulmanes, la ciencia de Mahoma, que sabía cuán pernicioso es el abuso del alcohol en las zonas cálidas, tomaba una apariencia religiosa. En los Estados Unidos, en cambio, el puritanismo religioso adquiere una apariencia científica y condena el alcohol so pretextos higiénicos. Y entre el fanatismo, derivado de la religión, y la pedantería, extraída a la ciencia como un alcaloide, ¿qué va a hacer la pobre cocina?
No hay, no ha habido, no habrá nunca cocina en Norte América. La famosa langosta a la americana. No es tal langosta a la americana, sino a la armoricana, esto es, a la bretona. Naturalmente, no se puede decir langosta a la bretona, porque parecerá que se trata de una langosta con judías blancas; y si se considera: a), que la mayoría de las gentes no saben, ni aun dentro de la misma Francia, lo que significa armoricana; y b), que la langosta a la armoricana sólo es asequible por su precio a los ciudadanos de los Estados Unidos, se comprenderá fácilmente la corrupción del nombre y se le retirará a la Unión toda la gloria que pudiera corresponderle por ese plato.
Parece imposible que en un país que se extiendi todas las zonas y bajo todos los climas, con un océano a un lado y otro océano al otro, no haya podido lograrse aún una cocina algo específica; pero así es y así debemos consignarlo. Los americanos no han tenido nunca una cocina propia, y tampoco llegarán jamás a tenerla. Hasta ahora, su mayor placer gastronómico se lo ha procurado siempre la goma de mascar, y en lo porvenir… En lo porvenir se alimentarán con nitrógeno puro y carbono purísimo, que dos trusts formidables enviarán a todos los domicilios por medio de tuberías…